Hay una cosa que siempre he considerado como un veneno para el corazón y lamente, para la vida en general: la apatía.

Puede que en tu vida seas bueno, malo, extrovertido, simpático, hablador, malhumorado, irritable, insoportable... ¡Pero al menos eres algo! La apatía es la nada, la ausencia de un sentimiento, de una forma interna que nos dé alguna definición de lo que somos.

Siempre me ha gustado ver la mente humana como un campo donde nosotros plantamos lo que queremos, y lo que somos. Habrá quien plante de forma ordenada y planificada, hay quien dejará que del suelo brote lo que la naturaleza quiera, y habrá quien sencillamente se despreocupe de su ser interno (pero esta despreocupación ya es un sentimiento en sí) Todo este campo vive gracias al agua, o a las pasiones internas, ellas son las que mueven ese motor interno que es el pensamiento y hace que todo florezca y sea grande y rico. Sea como sea cada uno, lo que pase en la mente de cada uno puede ser grandioso, mediocre, bueno o malo. La cuestión es que al menos pasa algo.

Las personas apáticas son como cultivos sin agua, no hay nada... sólo piedra y tierra, nada que merezca la pena de ver.

Un ser humano sin pasión es algo triste, muy triste. A lo largo de la historia humana se ha demostrado que de las pasiones (buenas o malas) han nacido las grandes proezas, lo que ha hecho del ser humano una gran especie.

Amigos, cada uno tiene que ser fiel a sí mismo, se pensará de él que es mejor o peor, pero al menos se pensará.

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