Debido al entorno en el que me encuentro cada día en mi carrera (biología) oigo mucho hablar de la ciencia perfecta, de como hay que hacer ciencia, de cual es la mejor manera... etc.

Pensando un poco en esto pensé: la ciencia perfecta es aquella que se lleva a cabo de forma constante e igual y de forma completamente objetiva ante lo que se observa o se estudia. Bien, si lo pensamos un poco esto choca frontalmente con la condición humana, con lo que es ser humano. 

Los seres humanos nos somos estáticos e inalterables todos los días de nuestra vida, vamos cambiando conforme avanzamos. Esto significa que si yo por ejemplo tengo que hacer un experimento y tengo que repetirlo cien veces durante cien días en las mimas condiciones exactamente, sencillamente no voy a ser capaz de hacerlo a la perfección. Ya que yo no soy perfectamente idéntico, ni tampoco mis métodos son perfectos todos los días. 

Pongamos otro ejemplo, cuando un científico hace un estudio sobre algo, y tiene 1500 resultados de su estudio, obviamente unos saldrán de una manera y otros de otra. Cuando este científico se ponga a escoger sus resultados "buenos" va a elegir aquellos que más se ajusten a lo que él quiere demostrar, por lo tanto aquí le damos una patada bien hermosa a la parte objetiva de la ciencia. 

Con esto quiero llegar a que no existe la ciencia perfecta, ya que no existen científicos perfectos. Esto no significa que la ciencia como tal no existe, si no que es algo más intuitivo e imaginativo de lo que la gente cree. La ciencia es un juego, al que algunos dedicamos nuestra vida al completo. 




Hoy estaba sentado en un banco observando un pequeño parque con árboles, flores y césped  Me he preguntado: ¿Por qué el ser humano ha dejado este trozo de naturaleza en medio de una ciudad? ¿Qué es lo que nos llama de la naturaleza para que nos quedemos embelesados ante su sola observación? ¿Qué es lo que yo personalmente veo en el mundo natural para querer dedicar mi vida a ello?

Y la respuesta ha venido rápida a mi mente: la belleza misma de la naturaleza. Podríamos haber destruido esos árboles pero no lo hemos hecho, porque disfrutamos más contemplándolos sin más. 

Y eso me ha llevado a pensar como afecta la belleza a nuestras ansias de destrucción como especie ( ya más que demostradas por desgracia). No podemos destruir algo bello, nuestro propio instinto nos llama a cuidar aquello que se nos presenta bonito o precioso. Obviamente sí podemos destruir cosas bonitas, pero siempre y cuando no comprendamos esa belleza, o no la apreciemos. 

Esto último me hace reflexionar que los seres humanos que somos más sensibles ante cualquier tipo de belleza ( ya sea en este caso natural o artificial)  somos menos propensos a destruir. Quizá sea una buena idea intentar inculcar a las futuras generaciones esa sensibilidad por la belleza, quizá la belleza que nos rodea por fuera pueda calmar las ansias destructivas que llevamos por dentro. 

Entradas populares

Vistas de página en total

Compañeros de viaje

R&R para Muñones