" Hace mucho, mucho tiempo existía un reino lejano y misterioso llamado Parashanti, (El Reino de la Gran Paz) en el que vivían plenos de felicidad el apuesto príncipe Paramatman y su prometida, la bella Jiivatman. Su vida era pura dicha sin fin; su único pasatiempo era el amor, la diversión y los juegos afectivos.

         Pero un día Paramatman, que era como una especie de Mago Divino, quiso gastar una broma transcendental a su amada, sólo por jugar, sólo para probar su amor, sólo para expresar su poder omnímodo. Así, le dio a comer unas manzanas embrujadas que hacían perder la memoria y la depositó en el sótano de su palacio. Allí colocó atractivos juguetes y regalos perecederos para que la princesa se entretuviera en una cárcel-laberinto perfectamente montada para engañarla y probar su amor con el libre albedrío. ¿Por qué lo hizo? Por aburrimiento, para jugar.

            Jiivatma cayó dormida y tuvo un sueño muy extraño. Soñó que su cuerpo desaparecía y se convertían en una gran eclosión caleidoscópica y atronadora. Soñó que salía de la eternidad y comenzaba a viajar en el tiempo en una metamorfosis progresiva en la que de un círculo perfecto iba tomando un sinfín de formas atómicas, estelares, minerales, celulares, vegetales, animales y humanas.

           Así un día la conciencia de Jiivatma se vio de pronto en el laberinto de la jaula dorada, sin saber muy bien por qué razón había aparecido allí, habiéndose olvidado ya por completo de su amado príncipe.

         Como en la jaula había muchos juguetes, Jiivatma se dedicó en un principio a satisfacerse con ellos. Pero poco a poco fue percatándose de que los juguetes no le colmaban del todo y de que en aquel laberinto las cosas tenían un principio y un fin: un día, sin saber muy bien por qué, éstas desaparecían para siempre, porque en aquel mundo todo era pasajero. La vida era en realidad el mundo de la muerte.

         La princesa se sumió en una profunda tristeza. No lo sabía muy bien, pero añoraba aquel estado de felicidad absoluta en el que vivía con su príncipe olvidado. Quería salir de la jaula, pero no sabía cómo.

          Un día encontró un loco y esperpéntico ermitaño vestido de bufón, Gurú, que también era carnicero y enterrador, por lo que vivía junto a un cementerio. El ermitaño le dijo que para salir de la jaula dorada sólo había que cerrar los ojos y aquietar la mente con la ciencia de la contemplación. Entonces descubriría el secreto y volvería al origen. En realidad el ermitaño era el mismo príncipe disfrazado. Era el caballero de la armadura –el mundo no le afectaba gracias a la coraza del yoga- destinado a rescatarla de su prisión para llevarla de nuevo ante el palacio, donde se desposaría con el Príncipe.

       Desde arriba, Paramatman sonreía desde su trono divino y se decía a sí mismo: “!oh, mi Amada, cuánto está sufriendo, qué ganas tengo ya de rescatarla…cuándo volverá definitivamente a mí. Soy realmente cruel. Pero el reencuentro será maravilloso…”.

        Durante muchos años practicó aquella técnica de meditación hasta que un día, ayudada por el caballero de la armadura, logró vencer a la diosa de Maya y al dragón Cronos. Fue entonces cuando alcanzó el samadhi y descubrió todo el complejo juego de su príncipe enamorado.

      Lo que se siente en el samadhi es lo que sintió la Princesa cuando, tras perfeccionarse en el arte del Tantra Yoga que trajeron los Dioses rubios de las Pléyades, en el más profundo estado de Trance Contemplativo, el Príncipe volvió y le reveló todo el secreto de su juego divino.

       Así Jiivatma volvió al regazo de Su Amado y se fundió con Él para siempre sumidos ambos en la frase eterna del Amor: “Tu eres mío y yo soy tuya para siempre, para toda la Eternidad”. Y así se desposaron en el Palacio de Parashanti en donde el padre del príncipe, Brahma, les entregó La Piedra Filosofal y vivieron felices y dichosos por los siglos de los siglos."

         

         Este cuento siempre me gustó mucho, aunque no esté de acuerdo.  En este cuento se simboliza la unión entre el macrocosmos que simboliza el príncipe Paramatman, y el microcosmos encarnado por Jiivatma. Sirve para explicar la ascensión al Samadhi o Nirvana, la unión, aquí simbolizada por el abrazo y la felicidad de los dos amantes. 

       Según esta cultura el ser humano vive encerrado en una jaula dorada (caula aurea), viviendo en un mundo de fantasía y apariencia dónde sufres la broma de amor (iocatio amoris) de un creador supremo. Éste creador te controla a través de sus tres caras, el destructor (Brahma), el bufón (Visnú) y enterrador (Shiva). Sólo se puede salir de este laberinto a través de la meditacion y la expansión mental, es decir, fusionando la carne perecedera con una mentalidad infinita.

          Me parece un cuento realmente precioso y del cual podemos aprender mucho todos nosotros. Espero que os haya gustado amigos. Un abrazo.

3 comentarios:

Me ha encantado el cuento y, aunque simbolice una forma de pensar y no una historia de amor, creo que ella debería haberse enfadado con él. Debería haberse picado más... Me parece una tía sin personalidad.
La verdad es que nunca he oído hablar sobre el Nirvana y no creo que lo escuche más... No es que me interese mucho si te digo la verdad.

Un beso.

Hola Lara, en primer lugar gracias por tu comentario. Entiendo lo que dices pero tienes que entender que esta parábola tiene unos dos mil y pico de años, además lo que simboliza la princesa no es a una mujer, sino lo terrenal, simboliza al ser humano.

Un saludo.

Lo sé... He dicho dentro de lo que es la historia. Me gusta que hayas metido una fábula de hace mucho tiempo.
Y sé que no simboliza a una mujer, solo digo si esta fábula no fuera una fábula para explicar otras cosas.

Publicar un comentario

Entradas populares

Vistas de página en total

Compañeros de viaje

R&R para Muñones